La tierra y el cielo
¿Cómo no amar más la tierra que el cielo?
La felicidad del cielo es oscura,
y aunque la terrestre es cien veces más pequeña,
sabemos cómo es.
Recordamos las ilusiones y las desgracias del pasado,
la atracción por el misterio hierve en nosotros;
la incertidumbre de la esperanza terrestre nos alarma,
y nos hace reír la brevedad de la tristeza.
El alma del presente le teme
a la lejanía oscura que desconoce;
deseamos probar la gloria del cielo,
pero nos angustia separarnos de este mundo.
Todo lo que poseemos es más complaciente,
aunque también buscamos lo otro,
y a la hora de partir vemos con claridad:
todo se emparentó con el alma.
Ojalá esa visión estuviese presente en más gente, y ya no digo en el siglo XIX, que me parece casi increíble, sino también en nuestros días.
ResponderEliminarSer todo alma, pasado, presente y futuro. Qué buena manera de emparentarse.
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