Pasión indómita| por Natalia Litvinova
Soy de los que sacan redes repletas de inmortalidad.
Arseni Tarkovski
Conocemos la obra del padre a través de la obra del
hijo. Recordamos una escena de la película El espejo de Andrei Tarkovski: una
mujer inclinada se lava el cabello con manos ajenas, como de otro cuerpo. El
techo cae a pedazos y cada objeto es decorado de un recuerdo que comienza a
borrarse. Nos detenemos en la voz en off que en el comienzo del film recita un
poema: no sé a dónde fuimos llevados /
ante nosotros se abrían, como espejismo, / las ciudades milagrosas. Es la voz
del poeta Arseni Tarkovski, el padre del cineasta. Arseni nació en 1907 en la
ciudad de Elizavetgrad. Creció en un
ambiente artístico, sus padres fueron amantes de la literatura y del teatro,
escribieron poemas y piezas teatrales que se representaron dentro del entorno
familiar. Su padre, Aleksandr Tarkovski, llevaba al pequeño Arseni a reuniones
de poesía, concurridas por los más importantes poetas de la época. Arseni
escribió luego que el destino iba detrás de él, como un loco con una navaja en
la mano. Cuando tenía doce años, el poeta simbolista Fiodor Sologub, le dijo:
joven, sus poemas son malos, pero no pierda las esperanzas, escriba, es posible
que de esto resulte algo. El joven Arseni tomó en serio estás palabras y nunca
se alejó de la poesía. En cierta ocasión, el poeta Osip Mandelstam, luego de
escuchar los versos de Arseni, dijo con humor: ya existe un Mandelstam, no es
necesario otro más. Años después, fue el mismo Arseni quién se atrevió a
corregir un poema de Mandelstam, diciéndole: la rima en ese verso suyo es
inexacta.
Tarkovski
forjó amistad con los escritores de su generación y también con los escritores
"clásicos" de su época, ambas influencias enriquecieron su escritura.
Tarkovski fue el último amor de Marina Tsvetáeva. Los poetas se conocieron
cuando Marina regresó del exilio, en 1939. En esa época, la vida de Marina no
era sencilla, no tenía trabajo y todos se habían apartado de ella. Tsvetáeva y
Tarkovski se llamaban, paseaban por Moscú e intercambiaban poemas. Pronto lo
invitaré – por la tarde – a escuchar poemas (míos)… Por eso le pido su
dirección, para que la invitación no yerre… Ruego que estas cartas no se las
muestre a nadie. Soy una persona solitaria. Y le escribo a usted, no hay
necesidad de terceros, dice Marina en una carta a Tarkovski. Arseni confesó que
le gustaban los amores trágicos pero Marina era demasiado intensa y “filosa” para
él. En el año 1946 conoció a la gran poeta Anna Ajmátova. Recordará ese día
como uno de los más importantes de su vida, esta amistad duró hasta la muerte
de Ajmátova, pérdida que no sabía si podría sobrellevar. En una reseña de la
primera antología de Tarkovski, Anna Ajmátova escribió: Esta nueva voz en la
poesía rusa resonará en el futuro. Sobre la poesía de Tarkovski se pensará y se
escribirá mucho. Tatiana Chapliguina escribió que Ajmátova y Tarkovski
coincidían en su relación con la palabra poética, para ambos era un don
profético, que incluía la memoria, el destino y la historia.
El primer libro de Tarkovski se publicó en 1962, el
mismo año la opera prima de su hijo Andrei fue premiada en el Festival de
Venecia. A los 55 años empezó a ser reconocido como poeta, hasta entonces se
había dedicado a la traducción, de esa época se desprende una anécdota
peculiar: en una oportunidad, le encargaron la traducción de la lírica amorosa
de un joven poeta georgiano, llamado Iósif Dzhughashvili, quien luego sería
conocido como Stalin. Pero ese trabajo no se llevó a cabo.
La poesía de Arseni Tarkovski conserva la tradición
estética del Siglo de Plata pero porta un sello personal. Sus poemas reflejan
la percepción del mundo de la generación posterior a la revolución, no rechazan
los vínculos con el pasado ni dejan de lado el presente. En una carta a su hijo
Andrei, Arseni escribió: somos muy parecidos. Ambos tendemos a lanzarnos a
cualquier precipicio que nos llame, nuestra vista se estrecha tanto que no
somos capaces de ver otra cosa, excepto ese pozo al que deseamos arrojarnos.
Pero aclaró que siempre tuvo un resguardo: la pasión indómita por la poesía.
(Para ver los poemas de Arseni Tarkovski traducidos para la Revista Détour, click aquí)
Gracias Natalia, qué hermoso texto! Lo guardo..
ResponderEliminarun gusto leerte
ResponderEliminarGracias
ResponderEliminar