No
les diré qué siglo comienza.
No
sé adivinar con las cartas marcadas.
Soy
un hombre. Palabra que hoy no está de moda.
Pero
igual la repito, soy hombre, hombre.
Sí,
no vi el encaje cristalino de los Andes.
Sí,
no oí los sabios sutras tibetanos.
Sé
predecir el amanecer en la oscuridad
y
ocioso paso los folios del cielo.
No
les cantaré, Dios me dio un barítono miserable,
no
danzaré levantando las rodillas hasta el
techo
pero
salvaré sus almas del aburrimiento y la pereza.
Sí,
salvaré, solo sepan pedirlo.
No
pretendo engañarlos, a ustedes los ocupados,
ni
distraerlos de sus asuntos ordinarios,
pero pronunciaré la palabra olvidada.
Ya
empecé. Hablo. Así que…
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