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Yulia Drúnina (1924-1991)
Poeta rusa. A los 17 años, por voluntad propia, se fu a la guerra. En agosto de 1991 fue a defender la Casa Blanca durante los disturbios en Rusia.
Fue instructora sanitaria, sobrevivió a la guerra pero se suicidó en 1991.
Una vez más el insomnio me ajusticia.
A través de los años y la oscuridad,
la caballería de fuego pasa
por mi destino y mi corazón.
Golpea mi pecho con sus herraduras
y sólo su sonido permanece.
Pensé que mi alma estaba muerta
pero ella arde, desgraciada.
ASFIXIA
El sol.
Las rocas.
El arbusto rojo.
La hierba magra, quemada...
¿Qué dijiste?
Acercate,
el sonido de las chicharras
silencia tus palabras.
¿Tus ojos se ponen azules,
o se entromete el cielo?
Puede que esto no sea Crimea
sino los Pirineos.
El sonido de las chicharras
silencia tus palabras.
La niebla nada en la lejanía.
La nube se parece a un león.
Dulcinea...
Don Quijote...
Hidalgo...
El sonido de las chicharras
silencia tus palabras.
¿Oís la armadura de Quijote?
Las rocas...
El calor...
Girás la cabeza...
Respondés algo vagamente
pero el sonido de las chicharras
silencia tus palabras.
DOS TARDES
Estábamos cerca del río Moskva,
el viento caliente nos susurraba.
De repente, por alguna razón,
me miraste como se mira a un extraño
y sonreíste:
- ¿Cómo te hicieron soldado?
¿Cómo pudiste estar en la guerra?
¿Acaso dormías en la nieve?
¿Apuntaste a las cabezas con el arma?
¡Es que no logro
imaginarte en esas botas!
Y yo recordé otra tarde:
explotaban las bombas, caía la nieve
y una persona querida, parecida a vos,
me dijo:
- Acá estamos…
y nos congelamos en la nieve
como si las ciudades no existieran...
¡No puedo imaginarte
con zapatos de taco!
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Yulia Drúnina (1924-1991)
Poeta rusa. A los 17 años, por voluntad propia, se fu a la guerra. En agosto de 1991 fue a defender la Casa Blanca durante los disturbios en Rusia.
Fue instructora sanitaria, sobrevivió a la guerra pero se suicidó en 1991.
Una vez más el insomnio me ajusticia.
A través de los años y la oscuridad,
la caballería de fuego pasa
por mi destino y mi corazón.
Golpea mi pecho con sus herraduras
y sólo su sonido permanece.
Pensé que mi alma estaba muerta
pero ella arde, desgraciada.
ASFIXIA
El sol.
Las rocas.
El arbusto rojo.
La hierba magra, quemada...
¿Qué dijiste?
Acercate,
el sonido de las chicharras
silencia tus palabras.
¿Tus ojos se ponen azules,
o se entromete el cielo?
Puede que esto no sea Crimea
sino los Pirineos.
El sonido de las chicharras
silencia tus palabras.
La niebla nada en la lejanía.
La nube se parece a un león.
Dulcinea...
Don Quijote...
Hidalgo...
El sonido de las chicharras
silencia tus palabras.
¿Oís la armadura de Quijote?
Las rocas...
El calor...
Girás la cabeza...
Respondés algo vagamente
pero el sonido de las chicharras
silencia tus palabras.
DOS TARDES
Estábamos cerca del río Moskva,
el viento caliente nos susurraba.
De repente, por alguna razón,
me miraste como se mira a un extraño
y sonreíste:
- ¿Cómo te hicieron soldado?
¿Cómo pudiste estar en la guerra?
¿Acaso dormías en la nieve?
¿Apuntaste a las cabezas con el arma?
¡Es que no logro
imaginarte en esas botas!
Y yo recordé otra tarde:
explotaban las bombas, caía la nieve
y una persona querida, parecida a vos,
me dijo:
- Acá estamos…
y nos congelamos en la nieve
como si las ciudades no existieran...
¡No puedo imaginarte
con zapatos de taco!
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Pensé que mi alma estaba muerta,
ResponderEliminarpero ella arde, desgraciada.