El fuego, la cuerda, la bala y el hacha
nos hacían referencias y nos seguían,
en cada gota dormía el diluvio,
de cada piedrita surgían montañas
y en cada rama aplastada por los pies,
murmuraban bosques de negras manos.
La mentira comía y bebía con nosotros,
las campanas doblaban por costumbre,
las monedas perdieron peso y sonido
y los niños no tenían miedo a los muertos...
Entonces aprendimos por primera vez
las palabras hermosas, las amargas y las crueles.
1921
Aprendimos lo que no queríamos aprender, pero la vida nos obliga a no tener miedo a los muertos y pone en nuestra boca las palabras amargas -que ya no lo son- y las crueles.
ResponderEliminarCon la cara sanjada por las asperezas de sus lagrimas y los pies gastados de ir y venir con las manos llenas de otras manos, con los ojos cansados de sostener la misma eterna mirada, sus labios habían olvidado besar.
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