Vivo en este mundo
con una bala en el corazón.
No voy a morir todavía.
La nieve cae.
No anochece.
Los niños juegan.
Uno puede llorar,
cantar canciones.
Pero no pienso ni llorar ni cantar,
vivimos en la ciudad y no en el bosque.
No olvidaré lo visto
y llevo en el corazón lo que conozco.
El invierno de Kazán, huidizo,
níveo y luminoso, pregunta:
- ¿Cómo vivirás?
- No sé.
- ¿Sobrevivirás?
No sé.
- ¿Cómo no te mató la bala?
Cerca del final pero aún viva,
quizá porque
en la lejana ciudad de Kamsky,
donde las noches son más claras por la nieve
y el frío audaz toma lo que considera suyo,
se ponen a hablar y a correr
mi felicidad y mi inmortalidad.
- ¿Cómo no te mató la bala,
cómo resististe su plomo de fuego?
Decidí seguir viviendo
cuando vi el final
acercarse a empujones calientes
y mi corazón me reveló
que algún día sabré contar
este sufrimiento en mis poemas.
- ¿Cómo no te mató la bala
o no te tumbó el golpe?
Si estoy viva
es porque cuando se agotaron mis fuerzas,
desde los paraderos lejanos
y los callejones sin salida, tapados con nieve,
detrás de las montañas, vi
a los tanques en movimiento,
y en los bosques
a las bayonetas erguidas,
advino,
empezó a brillar
el día de la victoria
rodeando la tierra con su ala.
Ese día fui abriéndome paso
a través de la desgracias
mías y ajenas.
1941
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