DOS
Se acostaron junto a la hoguera,
tendieron sus cuerpos sin fuerza,
y una bala atravesó la sien de uno
entrando en la nuca del otro.
Abrazados a las ametralladoras,
las que custodiaban con esmero,
ni la tormenta, ni la nieve convertida en hielo
lograron arrebatarlas.
Un oficial se acercó a los moribundos,
los tomó de los brazos con torpeza
y mientras su ojo verificaba la mira
ordenó que entregaran
el arma.
Pero los rostros muertos no revelan miedo,
la alegría se adormeció en sus rasgos...
Y el tercero de pronto sintió frío
por la felicidad siniestra de esos dos.
1924
No hay comentarios:
Publicar un comentario