Era yo la que con sumisión inusitada,
obediente y sin objeciones, iba hacia usted.
Con paciencia atendía sus mentiras,
¿no era acaso su sirvienta?
Yo sacié su ansia
con la última copa de mis pasiones,
y ocultando los celos vigilé,
que otras miradas no se cruzaran con la mía.
Pero si ya no le satisface mi entrega,
y si no lo embriaga el arte
de los encantos de mi amor,
que su muerte hiera mi corazón de muerte.
Intenso,gracias!
ResponderEliminarQué duras y bellas palabras.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD