Que
los nombres de las ciudades florecientes
acaricien
el oído con su vana importancia.
No
es Roma la que vivirá por siglos
¡sino
el lugar del hombre en el universo!
Los
zares lo quieren dominar,
los
sacerdotes justifican las guerras,
y
sin él son dignos del desprecio
las
casa y los altares, basura insignificante.
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