MARC CHAGALL
Es viejo y parecido a su soledad.
No desea hablar sobre el clima.
Enseguida pregunta:
«¿— Usted no es de Vitebsk?» —
Viste una chaqueta anticuada con las solapas gastadas...
«— No, no soy de Vitebsk...» —
Una larga pausa
y después, monótono y aburrido,
suelta unas palabras:
«— Trabajo y ando enfermo...
En Venecia, una exposición...
¿Así que usted no es de Vitebsk?»
«— No, no soy de Vitebsk...»
Mira hacia otro lado.
No escucha.
Aspira una lejanía extranjera
tratando de tocar la infancia con cuidado...
Y no hay Cannes,
ni Costa Azul,
ni glorias presentes...
Con precisión y perplejidad
se estira hacia Vitebsk, como una planta...
ese Vitebsk suyo —
polvoriento y caluroso —
clavado a la tierra como una torre de vigilancia.
Allí las bodas y las muertes, las misas y las ferias.
Allí maduran las manzanas más grandes
y un conductor dormido da vueltas por la plaza...
«¿— Así que usted no es de Vitebsk?»
Se queda en silencio
y luego pronuncia,
como si nada,
los nombres de las calles:
Smolenskaia,
Zamkovaia.
Alaba el río Vitsba como si fuera el Volga
y agita como un niño
su mano transparente...
«— Así que usted no es de Vitebsk...»
Tenemos que despedirnos.
Volver pronto a casa...
Los árboles firmes al lado del camino.
Oscurece...
Qué lástima, no soy de Vitebsk.
Es un encuentro con el que vale la pena oscurecer el día.
ResponderEliminar"Aspira una lejanía extranjera"
ResponderEliminarhermosa traducción N.