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Todo el día estuvo desvanecida,
y las sombras la cubrían por completo -
la tibia lluvia veraniega se vertía - su chorro
resonaba alegremente en las hojas.
Y despacio volvió en si,
y comenzó a escuchar los ruidos,
durante mucho tiempo - entretenida,
inmersa en el pensamiento...
Y como si conversara consigo misma,
conscientemente pronunció
(yo estaba a su lado, muerto, pero vivo):
«¡Oh, cómo amé todo esto!»
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Amabas, y así, como tú, amar -
nadie pudo -
¡Dios mío!... Cómo soportarlo...
Y el corazón no se rompió en pedazos...
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