LA CANCIÓN DE SOLVEIG
Tendido.
Ojos
entreabiertos,
habitación vacía,
dolor
amarguísimo,
dolor dulcísimo.
Seguramente
me comprendieron
abajo:
¡no puede ser de
otra manera!
¡No puede ser una casualidad!
De allá, de
abajo,
con el aliento de
los pinos,
de las ventanas
del pequeño restaurante,
asciende,
estremecida,
la canción de
Solveig.
Asciende fantasmagórica,
asciende extraña.
Viene de la
nieve,
viene del sol.
No la interrumpan.
¡Pido
encarecidamente!
Toquen para mí,
toda la noche,
la canción de
Solveig.
¡Todas mis
noches!
¡Todas mis
noches!
Ella viene de la
nieve,
ella viene del
sol...
Aún sin habilidad
y con temor,
toda la vida, toquen
para mí la canción de Solveig,
porque hasta es
mejor así.
Cuando yo muera
— porque voy a
morir,
voy a morir —
es inevitable, —
entregándose con
timidez,
que también bajo
la tierra
ella se abra
paso.
Viene de la
nieve,
viene del sol...
Que ahogando
todas las explosiones,
todas las
tempestades,
me toquen toda mi
muerte la canción de Solveig,
que eso
ya no será
muerte...
Permiso para compartir.
ResponderEliminarMe encanta.
Claro que sí.
ResponderEliminarme toquen toda mi muerte la canción de Solveig,
ResponderEliminarque eso
ya no será muerte... Maravilloso poema, además la canción de Solveig, estremecedora y dulce