El mensaje de Ariel
Tu
padre yace bajo el peso del mar,
es
un coral, la dimensión de las olas.
Tu
padre gira avivado por el viento marino,
su
piel es una corteza
con
una hormiga en pánico.
Las
claras de sus ojos se volvieron dos perlas orgullosas.
Y
las yemas de sus ojos, dos perlas inservibles.
Su
calavera - es un coro.
Todo
en él suena, tiembla.
Nada
en él se marchita
pero
se transforma
en
algo extraño, espeso, prometedor.
En
esa mezcla se sumergen las nereidas
y
observan la conversión de tu padre,
ya
que nada en él se marchita, pero todo se convierte
en
vos, para vos, Ferdinando: ¡tu padre está vivo!
Tu
padre duerme.
Tu
padre es una bola
roja
que no se despega del puente nuevo.
Tu
padre - es la vergüenza.
Es
el ardor,
el
velo de la ceguera que se derrite cuando lo miro:
su
lengua es tan fría como un aguijón que sale de la boca.
Tu
padre está vivo, pero se duerme.
Observá
al durmiente, Ferdinando.
El
hilo de saliva cae por el mentón
igual
a una serpiente que baja por la roca,
a
la cadena gruesa que se desliza en el bote.
Él
suspira, pero no hacia afuera, por dentro:
encierra
el sonido sin compartirlo con nosotros:
Él
duerme, Ferdinando. El hielo brilla en sus labios.
La
respiración es una cosa muy pequeña
rodeada
de sueños.